lunes, 5 de mayo de 2014


LA DOLCE VITA




Intro.

Podemos hacer caos. Podemos divertirnos hasta la infidelidad. Porque la noche no tiene fin y porque los amaneceres desaparecen mientras descansamos. Porque podemos hacer cada cosa que se nos ocurra en esta hermosa ciudad. Porque hermosas ciudades tenemos en todos los países y donde quiera que vayamos simplemente podemos ser nosotros y dejar de lado toda miseria, todo problema, todo aquello que nos produce un hueco en el alma. Podemos dejar todo de lado y seguir divirtiéndonos. No hay nadie que pueda impedirlo. No hay motivo suficientemente extraordinario para no estrechar cuerpos a través de nuestros lentes oscuros y a través de nuestras mentes resueltas a que no hay restricciones, no hay absolutamente nada imposible cuando no hay inhibiciones y cuando cada detalle es superfluo, lo importante es existir con tu nombre escrito en tu frente y dejar que todas las orgías se apliquen a tu sentido de dudoso respeto y a esa interminable sonrisa. Así de dulce es la vida. Así de dulce es la noche. Así de dulces son las mujeres. Así de dulces son los placeres mundanos. Así de dulce es todo cuando puedes olvidar cada caída. Así de dulce es la vida. Es la dulce vida que nos atrapa en sus hermosos ojos, en sus torneadas piernas, en sus generosos pechos, en su despampanante figura. Así es la dolce vita… inmortal dolce vita.






Cuerpo.

1960. La Dolce Vita. Federico Fellini se convierte totalmente en uno de los artistas más importantes de su tiempo. El reconocimiento internacional le permitió a Fellini un logro casi extinto en un artista: el reconocimiento en vida de una visión incontrastable y la gloria de un inmortal del cine a sus cortos 40 años, haciendo de él uno de los directores más respetados y consolidados del medio. Fellini hizo de La Dolce Vita su instrumento perfecto para mostrar todas sus influencias previas y como a partir de su ingenio había logrado una reconstrucción de estos, creando un lenguaje original y único. Una obra determinante del cine, La Dolce Vita es vista como una perspectiva de la modernidad tratada de manera elegante y real. Fellini es un crítico ácido de la sociedad y no escatima en demostrarlo, convirtiendo a la aristocracia y todos sus contextos en segmentos frívolos por parte del mismo ser humano y como es esa falta de humanidad ha logrado que todo aquello que llamamos moderno sea mostrado como el triste fin de cada uno de nosotros: nuestro propio egoísmo.





Para constituir esta majestuoso obra, Fellini se apoya en un pilar innegable en su carrera: el gran Marcello Mastroianni. La química entre estos dos monstruos del cine es notoria, el más grande Fellini se demuestra con el más grande Mastroianni. A pesar de sus innumerables presencias en el cine italiano e internacional, críticos concuerdan que no hay mejor explotación de las capacidades actorales de Mastroianni que en esta obra y en la también mítica 8 ½. Mastroianni se vuelve un alter ego de Fellini, imitando muchas de sus maneras y modos, y proponiendo al personaje único, aquel que se encuentra perdido en su medio y cuya angustia podemos atender personalmente. Mastroianni, a sus 36 años, logra un momento cumbre en su carrera. Después de comenzar en el cine paulatinamente a principios de los cuarenta y logrando mayor estabilidad en los años cincuenta, Mastroianni pasa de comedias italianas a ser parte no tan influyente dentro del neorrealismo de su país para concluir en manos de Fellini y su total refinamiento en los sesenta.





Junto a Mastroainni algunas apariciones notables como son las de Anita Ekberg, Anouk Aimée, Yvonne Furneaux y Alain Cuny, entre otros. La de mayor trayectoria internacional y de mayores laureles es Anouk Aimée, gran actriz francesa que destaca en esta película y es a partir de aquí y roles claves posteriores cuya fama internacional la haría de gran cabida en Europa. Primero con Lola (Jacques Demy, 1961), 8 ½ (1963) y sobre todo con Un Hombre y Una Mujer (Claude Lelouch, 1966). Otra aparición destacada y mundialmente reconocida gracias a la escena de la Fuente de Trevi es la despampanante Anita Ekberg. La modelo sueca fue escogida por Fellini para el papel convirtiéndola en una sex symbol y una referencia de la mujer de los sesenta. A destacar también en un rol secundario a Nico, la modela alemana y de reconocimiento mundial por su relación con Andy Warhol y la Velvet Underground, grupo de culto de los años 60.





La Dolce Vita es el punto de eje en la carrera de Fellini, pero es también la consecuencia lógica de un artista en búsqueda de fuentes y resultados. Había deslumbrado al público con La Strada en 1954. Tres años después, Las Noches de Cabiria había logrado mayores laureles para Fellini, haciéndolo reconocido internacionalmente. Ambas películas lograron que se abriera de la corriente neorrealista de su país, sin desestimar algunos recursos de dicho género para construir su propia narrativa. Fellini lograría, no siendo un director muy compasivo con sus actores, ser un eficiente controlador de sus productos, con correctas asociaciones y preservando el enfoque artístico que lo convertiría en uno de los grandes directores de la historia del cine. La complejidad de sus productos fue alabada por la crítica pero también eran argumentos en contra de la sociedad, la religión y la política que no comulgaban con las ideas de un país de superficiales tintes conservadores.





La Dolce Vita parte de diversos capítulos que envuelven a su personaje principal, el periodista Marcello Rubini, durante siete días. La crítica ha intentado coordinar el argumento en siete partes pero la película no es tan gratuita en cuanto a esta fragmentación. La idea del filme es mostrar una sociedad “moderna”, que según Fellini es una sociedad envuelta en sus creencias antiquísimas y sus devaluadas muestras de fe, su convicción acerca del intelectualismo como fuga de una realidad y la vida bohemia como la expresión de libertad más latente entre todos los componentes de dicha sociedad. La construcción de estos deliberados “ataques” en contra de los llamados poderes de la sociedad italiana de ese momento son parte compleja de un desprecio a una sociedad que transforma a su personaje y este que es incapaz de (y tampoco desea) cambiar. Todo ello se ve resaltado por la necesidad de Fellini de llenar de extravagancias cada sección de la película. Ya sea de manera estética, lujuriosa, intelectual, etc., cada ámbito propone cierto tipo de exageración gobernado por la eminente seña de una sociedad caótica, desesperanzada y destructiva.





La Dolce Vita es parte de la historia del cine. La escena de la Fuente de Trevi es una de las escenas más recordadas de todos los tiempos. Su influencia en la sociedad moderna, como si fuera un toque sarcástico debido a su temática, es mostrar a su fotógrafo Paparrazo como parte del lenguaje popular del estúpido acoso a las celebridades en estos tiempos. Su crueldad a la vez que la deshinbida forma de vida de sus personajes es un ejemplo de la transformación de la sociedad en la superficialidad del hombre como conjunto, al mismo tiempo que es un foco fatalista de aquello que no podemos controlar. Su incomprensión, retratada puntualmente al final de la película, es la seguridad de un director que se ha nutrido de sus orígenes y que ha entendido como crear un lenguaje propio convirtiéndose así en un autor, lo que se conoce  ahora como cine de autor, aquel que toma al cine como arte e imprime una firma propia sobre sus obras. Fellini se convirtió en inmortal al momento de La Dolce Vita y tres años después volvería a reinventarse así mismo en una de sus creaciones más propias: 8 ½.






Datos.

Título Original: La Dolce Vita
Dirección: Federico Fellini
Año: 1960
País: Italia
Intérpretes: Marcello Mastroianni, Anita Ekberg, Anouk Aimée, Yvonne Furneaux, Magali Nöel, Alain Cuny, Nadia Gray, Annibale Ninchi, Walter Santesso, Valeria Ciangottini, Riccardo Garrone, Ida Galli, Audrey McDonald, Polidor, Gloria Jones, Alain Dijon, Enzo Cerusico, Nico, Lex Barker
Duración: 180 min.

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