miércoles, 28 de marzo de 2012


LA EMPERATRIZ ESCARLATA



Intro.

Dentro de un mundo plagado de belleza y riqueza, una mujer tiene ojos extraños. Algo desconocido ha permitido que se convierta en parte de una decoración, de un contexto el cual no sabe saborear. Sus movimientos parecen errados, sus palabras parecen equivocadas y todo aquello que piensa está fuera de toda razón en este lugar. Se ha convertido en una ironía, y estos momentos de total duda solamente implican que abandone su rostro y deje que alguien más coloque la careta ideal. Después de ello, no hay nada. No hay rostro ni careta. Es ahora un cuerpo plagado de hermosura que sabe comportarse en un sitio concreto. Se mueve sin elegancia y con elegancia. Habla entre la filosofía y el ridículo, y todo con la gracia que le otorga no saber quién es.




Cuerpo.

La penúltima colaboración entre el director Josef von Sternberg y la actriz Marlene Dietrich es el ejemplar desempeño de cómo estos dos grandes del cine se retroalimentaban en pantalla. Las siete colaboraciones entre estos iconos del cine marcarían un  tiempo, haciendo de ambos figuras prominentes dentro de Hollywood. Sería su primera película en Alemania El Ángel Azul (1930) un triunfo resonante, enviando primero al director a Estados Unidos y sería él quien reclutaría a Dietrich para enaltecer su fama. La actriz y cantante alemana se convertiría en un icono del cine, la moda y el arte, influenciando decididamente su propio tiempo, siendo un sex symbol y una figura descoyante dentro de la perspectiva de la mujer durante las siguientes décadas. Dietrich rompió parámetros e inculcó toda una forma de ser, muy atrevida y muy diferente a su tiempo. Si bien este emblema haría de Dietrich un ser social eminente, dicha personalidad sería su problema con los estudios, siendo en un tiempo considerada como un peligro para la taquilla. Aún así la fama de Dietrich se impondría ante todos estos revuelos, logrando tener una carrera como actriz y posteriormente como cantante y animadora de manera fructífera.



Por su parte, von Sternberg también cobraría gran importancia como director, teniendo un distintivo uso de su genio para hacer de Dietrich una estrella y creando técnicas de iluminación personales que marcarían todas sus producciones. Su etapa muda y su asociación con Dietrich marcarían su gran etapa en el séptimo arte, pero fue decayendo a mediados de los treinta cuando Dietrich y él tomarían rumbos distintos y cuando sus producciones no mostraron la fuerza de anteriores años. Su perspectiva de Hollywood lo mantuvo en proyectos con otros directores por los cuales no fue acreditado y donde sus películas mostraron no ser tan populares. Von Sternberg se mantendría en Hollywood hasta comienzos de los años cincuenta para después convertirse en profesor en la Universidad de California.



De todas sus colaboraciones, La Emperatriz Escarlata es una de las más celebradas. En El Ángel Azul, Dietrich era una desconocida, cuyo talento empezaba a florecer, mientras que en La Emperatriz Escarlata (también llamada Caprichos Imperiales) ya es una actriz madura, consciente de su fuerza y su capacidad para ser el centro de la pantalla. Así también, von Sternberg se encontraba en pleno auge, conociendo bien a su actriz y el uso de la cámara para con ella. Contradictoriamente, La Emperatriz Escarlata sería un fracaso de taquilla debido a su difícil perspectiva y a un tratamiento de los personajes y la escenografía que provocarían reacciones encontradas debido al sentido agobiante impuesto por su director.



La Emperatriz Escarlata relata la vida de Catalina la Grande, basada en su propio diario. Pero este drama histórico no busca ceñirse a la historia o una perspectiva. Von Sternberg toma el guión y lo adapta a su propio terreno. Como en El Ángel Azul o El Expreso de Shanghai, la habilidad del director austriaco reside en crear un ambiente claustrofóbico a partir de una escenografía que destruye los parámetros de lo histórico y un tratamiento de personajes que nos relatan más a un planteamiento psicológico presencial, exasperando los defectos y obsesiones, logrando aún más la sensación de un encierro. La película parece detallar más en una suerte de manicomio que en un reino. Los detalles de la mansión son grotescos en sí: figuras patéticas de gárgolas y demás seres deformes en todos las habitaciones, enormes puertas que se abrían a partir del esfuerzo de varios súbditos, los espacios cerrados, la amplitud de los techos, agregado a ello, el uso de la luz y de la sombra característico de von Sternberg. La película no es un drama modelo, menos aún una interpretación modelo. Dietrich desafía la perspectiva del personaje femenino de manera tal que sería prohibida en muchos países por su franca sexualidad y por las connotaciones eróticas, desnudos, torturas, entre otras cosas. Dietrich impone su carácter, al igual que su director. Una de sus más recordadas colaboraciones pudo ver la luz gracias a que el código de conducta impuesto por Hays en Hollywood llegaría momentos después. En realidad, La Emperatriz Escarlata es una de las últimas producciones exhibidas que contendría desnudez, amoralidad y violencia. El código Hays sería implacable, cambiando muchas formas en cuanto como hacer cine y “corrigiendo” la óptica de los cineastas e intérpretes en cuanto a lo que se entregaba al público. Las futuras mutilaciones y manejos para hacer un cine “moral” nos permiten apreciar aún más la libertad y la capacidad de von Sternberg de volcar todas sus tendencias y reconfigurar un drama histórico.




Datos.

Título Original: The Scarlet Empress
Dirección: Josef von Sternberg
Año: 1934
País: Estados Unidos
Intérpretes: Marlene Dietrich, John Davis Lodge, Sam Jaffe, Louise Dresser, C. Aubrey Smith, Gavin Gordon, Olive Tell, Ruthelma Stevens, Davison Clark, Erville Alderson, Philip Sleeman, Marie Wells, Hans Heinrich von Twardowski, Gerald Fielding, Maria Riva
Duración: 95 min.

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